sábado, 18 de junio de 2016

Barreras y/o Dificultades que Impiden la Relación Familia-Escuela

  Los padres van a la escuela por una gran diversidad de motivos, los cuales reseñaremos a continuación, el problema surge cuando a raíz de la presencia de las familias en los centros educativos para dar respuestas a sus necesidades e intereses aparecen dificultades. Mostraremos, a continuación, algunos de esos motivos reseñados por Pulpillo (1982), muchos de ellos, en parte, han ido incorporándose a la organización de los centros y delimitando su ámbito de actuación:

*Y hasta para intervenir, conocer y darse cuenta del “talante” de los profesores que han de instruir a sus hijos. Algunas veces hasta para entrometerse en cuestiones didácticas o de métodos, aspecto éste que no les compete o para lo que no tienen una preparación pedagógica adecuada, en la mayoría de los casos. 
*Para ver el colegio y sus instalaciones, quieren para sus hijos lo óptimo y hasta lo lujoso, sin pensar que en educación, más que en cualquier otro aspecto de la vida, lo superfluo es pernicioso. 
*Para exigir que sus hijos sean bien atendidos en todo y protestar de lo que consideran abusivo; si las notas o evaluaciones no son satisfactorias, quieren que se les demuestre la insuficiencia. 
*A ofrecerse para colaborar en el servicio al comedor, limpieza y otros menesteres. 
*Participar en la gestión y control de los centros docentes, prestándose en ocasiones a encuadrarse ellos mismos como uno de tantos profesores del claustro. Por supuesto que en éste, de una u otra forma, aspiran a estar presentes. 


*No quieren de ninguna manera que se les tenga al margen o no se les considere parte integrante de la comunidad educativa a la que pertenecen sus hijos; y no se niegan, al contrario, demandan un puesto en los consejos asesores o directivos, juntas económicas, etc. 
*Tampoco faltan padres o madres que vayan al colegio también a aprender, a instruirse en sus deberes y obligaciones o a estar al día en cuestiones tales como educación sexual y otros aspectos propios de las llamadas “Escuelas de Padres”. 
*No son raros igualmente los que quieren obtener el título de graduado escolar, aventurándose, después de muchos años de haber adquirido su cultura, a ser examinados o evaluados de forma parecida a como lo son sus hijos en el colegio, para no estar en desventaja respecto a ellos. 

   San Fabián (1994), corrobora que siempre se encuentran razones para excluir a los padres: carecen del conocimiento necesario, no desean implicarse realmente, la mayoría está satisfecha con lo que ofrecen los centros, los padres cuyos hijos más lo necesitan son los menos dispuestos a participar... Aunque a nuestro parecer la cuestión no es cómo hacer participar a la gente en aquello que no quiere, sino cómo se ha llegado a que la gente no quiera participar en ámbitos institucionales. Se desconocen los órganos y las normas escolares, no se facilitan recursos adecuados, se usan lenguajes diferentes...; en definitiva se pide a los padres que participen en el gobierno de unas instituciones de las que desconocen casi todo. Y, por si fuera poco, esto se aprovecha para acusarlos del mal funcionamiento de las mismas.

   Las relaciones con los padres suelen verse limitadas por situaciones y actitudes como las que señala Macbeth (1990): 
*Muchos centros y profesores se han acostumbrado a realizar su trabajo sin la colaboración de los padres. 
*Piensan que deben centrarse en los niños y no desean injerencias ni presiones externas. - Algunos profesores ven a los padres como una amenaza, especialmente aquellos que no están acostumbrados a trabajar con padres. 
*La participación de los padres no es prioritaria ni para las exigencias del cambio ni para las demandas de las autoridades administrativas. 
*Algunos profesores, simplemente, no son conscientes de las razones por la que son esenciales los padres en su trabajo.

    Para Santos Guerra (1999-2000) resulta sorprendente que, buscando familias y escuela el mismo fin, que es la educación de los niños, exista una distancia, un recelo y un enfrentamiento tan consistente como se observa en algunos lugares. El hecho de que los profesores mantengan el poder de la evaluación y el poder institucional e incluso el que confiere el conocimiento especializado genera en los padres una sensación inhibitoria que tiene como consecuencia la falta de claridad para opinar y de valentía para denunciar y exigir. En ocasiones, los profesores no escuchan a los padres, porque no consideran que su punto de vista sea pertinente para ellos.


Referencias Bibliográficas

*Macbeth, A. (1990).  Involving parents. Effective parent-teacher relations. Oxford: Heinemann Educational.
*Pulpillo, A. (1982).  La participación de los padres en la escuela. Madrid: Escuela Española.
*San Fabián, J. (1994). La participación. Cuadernos de Pedagogía, nº 222, febrero.
*Santos Guerra, M. (1999-2000).  La participación es un árbol. Padres y madres, desde la ciudadanía, hacen la escuela. Rev. Kikiriki, nº 55-56, diciembre-abril.

      

jueves, 16 de junio de 2016

Relación Existente entre la Familia, Escuela y Comunidad

     La educación sigue siendo uno de los pilares fundamentales para el desarrollo de la calidad de vida humana y de las instituciones; en especial, del Estado.  Se la considera prioritaria para promover la integración e inclusión social y la consolidación del sistema democrático, en una sociedad que sea cada vez más justa y equitativa. Por ello, la educación constituye uno de los deberes indelegables del Estado (garante de este derecho), y su cumplimiento es responsabilidad de todos.


    La necesaria articulación entre la familia, la escuela, la comunidad y el Estado representa el principio de corresponsabilidad imprescindible para el cumplimiento de los derechos de las niñas, niños y jóvenes; en particular, del derecho a una educación de calidad.  Si preocupa la relación entre escuelas y familias, es porque ambas instituciones de socialización son primordiales para la crianza, cuidado y educación de los niños y niñas, aunque se debe reconocer que, en las sociedades modernas, desde hace algún tiempo, no son las únicas que les hablan, estimulan y brindan información. Un buen ejemplo, es el lugar que ocupan los medios masivos de comunicación y las nuevas tecnologías, que en forma cotidiana, y bajo propuestas atractivas, captan la atención de niños y niñas durante horas.

     A modo de contextualización, vale señalar que familia y escuela son parte de una comunidad que, a su vez, está inmersa y pertenece a un sistema social, cultural, político y económico más amplio. En este complejo marco, cada uno de estos espacios produce sentidos y tiene un rol importante en la identidad de las personas, especialmente en tiempos donde las coordenadas se amplían, al ser parte de sistemas socioculturales más extensos, como producto de los procesos de globalización y mundialización.

     A través de los medios de comunicación (televisión, radio, etc.) o por la concurrencia a los espacios céntricos o urbanos de una localidad, se toma conocimiento de una diversidad de costumbres, normas y valores que ya no parecen extraños sino diferentes, que llevan a interrogarse sobre las certezas básicas de la vida. Los diversos modelos de pareja, la alimentación, la vestimenta, los gustos, el peinado son pequeñas muestras que hacen saber que no hay verdades únicas, sino costumbres socialmente aceptadas.

    No obstante, la familia-escuela-comunidad, siguen formando un triángulo que brinda los elementos para construir la identidad de las personas. Cada una de estas interacciones, no es sólo para señalar sus efectos en la subjetividad, sino también para reflexionar sobre cómo ellas atraviesan fuertes procesos de transformación (social, cultural, tecnológica, política, científica y económica), en un entramado social que condiciona la constitución de una determinada niñez, adolescencia, juventud, parentalidad y educación.
     Los docentes como actores de la integración social, deben hacer el esfuerzo en lo cultural, para hacer de la escuela un centro de cultura educativa, artística, deportiva, científica y recreativa. Presentaciones de danza y teatro, video, realización de charlas y seminarios, ya que, esto debe  convertirse en un vínculo entre la escuela y la comunidad.     Sin embargo, no se debe olvidar que la escuela cumple una función educativa y los padres un rol formativo, y cada uno debe ejercer su papel para que los niños y niñas tengan más oportunidad de aprovechar sus vivencias y obtener mejores resultados.

     Actualmente pero no en la mayoría de los casos, se observan en los preescolares padres o representantes que están desligados de las actividades escolares de sus hijos, por lo que no se interesan en preguntar por la jornada diaria de los mismos, además, en el momento de la entrada los padres dejan a sus hijos en la puerta y no se preocupan en verificar si está o no la maestra, y tampoco notifican cuando sus hijos están mal o enfermos. La familia por si sola ya no es capaz de resolver por completo las necesidades de una persona, y la escuela tampoco logra cubrir las múltiples vertientes del proceso formativo educativo.

     Todo esto es debido a que a pesar de que miles de textos digan una y otra vez la necesidad y beneficios de la relación familia-escuela-comunidad, la realidad es que la gran mayoría de las escuela no se ocupan de que esto realmente se dé, o en la mayoría de los casos se enfocan sólo  en la relación familia-escuela, alegando que la comunidad es apática, olvidando que el más afectado es el niño, ya que las consecuencias recaen en él. Por otro lado, la relación familia-escuela siempre ha encerrado sentimientos encontrados, siendo una relación compleja, fuente de interrogantes, cuestionamientos, tensiones o conflictos latentes, que permiten abrirse a un juego de valoraciones negativas, sospechosas y hasta amenazantes; pero la realidad también indica que la familia y escuela son puntuales fundamentales del lazo social.

     De esta manera se debe tomar en cuenta que la adecuada socialización del niño y la niña es uno de los más importantes resultados que la sociedad exige de la familia y de la educación, y se va construyendo a través de las relaciones que establece con sus familiares, con otras personas y con un entorno educativo y social favorable. Mediante este proceso el infante internaliza normas, pautas, hábitos, actitudes, valores que rigen la convivencia social.

      En los preescolares, los docentes incluyen a las familias a las actividades de cierres de proyecto o días especiales (día de las madres, día del padre, aniversario de la institución,  entre otros.), así como a reuniones, entrega de boletas, creación de las normas de convivencia, entre otras actividades emanadas principalmente por el Ministerio de Educación y porque son actos que se realizan “por costumbre”, pero no porque en verdad los docentes quieran trabajar articuladamente con la familia, sino porque siente que es una obligación, un deber.

     La forma en la que los docentes suelen invitar a los padres a la escuela para que participen en estas actividades, es a través de convocatorias, las mismas suelen realizarse a través de cuadernos de comunicados, carpeta viajera,  contacto telefónico,  visita domiciliaria, “boca a boca” (padres convocan a otros padres),  docentes o directivos informan al inicio o cierre de la jornada escolar, afiches en un área visible de la escuela, tarjetas, etc. La convocatoria adquiere múltiples formas en función de para qué se realiza. En esa diversidad, se puede convocar a un grupo reducido de personas, a todas las familias, a toda la escuela, a las autoridades o a la misma comunidad para desarrollar una actividad.

    Debe ser un verdadero desafío para los docentes descubrir la manera de llegar al grupo de personas al que se pretende informar y lograr así una buena respuesta. Los niveles y modalidades del sistema educativo han desarrollado tradiciones en relación con los modos de convocar a las familias y sus comunidades para que asistan a las escuelas. Sin embargo, es bueno pensar estas alternativas y revisar su eficacia, así como preguntarse y analizar si las estrategias utilizadas cumplen con su objetivo. 

   Debido a esto es importante que reflexionemos y evaluemos nuestra práctica educativa: ¿Como docente estoy cumpliendo mi rol como actor en la integración social? ¿Busco maneras efectivas y agradables de atraer a la familia y a la comunidad a la escuela? ¿Se da en la institución educativa donde trabajo la relación familia-escuela-comunidad? Si no es así ¿Qué puedo hacer para lograr un cambio? ¿Qué ventajas pueden surgir de ese trabajo articulado para el niño y para la institución educativa?