Los padres van a la escuela por una gran diversidad de motivos, los cuales reseñaremos
a continuación, el problema surge cuando a raíz de la presencia de las familias en los centros
educativos para dar respuestas a sus necesidades e intereses aparecen dificultades. Mostraremos,
a continuación, algunos de esos motivos reseñados por Pulpillo (1982), muchos de ellos, en
parte, han ido incorporándose a la organización de los centros y delimitando su ámbito de
actuación:
*Y hasta para intervenir, conocer y darse cuenta del “talante” de los profesores que
han de instruir a sus hijos. Algunas veces hasta para entrometerse en cuestiones didácticas o de métodos, aspecto éste que no les compete o para lo que no tienen
una preparación pedagógica adecuada, en la mayoría de los casos.
*Para ver el colegio y sus instalaciones, quieren para sus hijos lo óptimo y hasta lo
lujoso, sin pensar que en educación, más que en cualquier otro aspecto de la vida, lo
superfluo es pernicioso.
*Para exigir que sus hijos sean bien atendidos en todo y protestar de lo que
consideran abusivo; si las notas o evaluaciones no son satisfactorias, quieren que se
les demuestre la insuficiencia.
*A ofrecerse para colaborar en el servicio al comedor, limpieza y otros menesteres.
*Participar en la gestión y control de los centros docentes, prestándose en
ocasiones a encuadrarse ellos mismos como uno de tantos profesores del claustro.
Por supuesto que en éste, de una u otra forma, aspiran a estar presentes.
*No quieren de ninguna manera que se les tenga al margen o no se les considere
parte integrante de la comunidad educativa a la que pertenecen sus hijos; y no se
niegan, al contrario, demandan un puesto en los consejos asesores o directivos,
juntas económicas, etc.
*Tampoco faltan padres o madres que vayan al colegio también a aprender, a
instruirse en sus deberes y obligaciones o a estar al día en cuestiones tales como
educación sexual y otros aspectos propios de las llamadas “Escuelas de Padres”.
*No son raros igualmente los que quieren obtener el título de graduado escolar,
aventurándose, después de muchos años de haber adquirido su cultura, a ser
examinados o evaluados de forma parecida a como lo son sus hijos en el colegio,
para no estar en desventaja respecto a ellos.
San Fabián (1994), corrobora que siempre se encuentran razones para excluir a los
padres: carecen del conocimiento necesario, no desean implicarse realmente, la mayoría está
satisfecha con lo que ofrecen los centros, los padres cuyos hijos más lo necesitan son los menos
dispuestos a participar... Aunque a nuestro parecer la cuestión no es cómo hacer participar a la
gente en aquello que no quiere, sino cómo se ha llegado a que la gente no quiera participar en
ámbitos institucionales. Se desconocen los órganos y las normas escolares, no se facilitan recursos
adecuados, se usan lenguajes diferentes...; en definitiva se pide a los padres que participen en el
gobierno de unas instituciones de las que desconocen casi todo. Y, por si fuera poco, esto se
aprovecha para acusarlos del mal funcionamiento de las mismas.
Las relaciones con los padres suelen verse limitadas por situaciones y actitudes como las que
señala Macbeth (1990):
*Muchos centros y profesores se han acostumbrado a realizar su trabajo sin la
colaboración de los padres.
*Piensan que deben centrarse en los niños y no desean injerencias ni presiones externas.
- Algunos profesores ven a los padres como una amenaza, especialmente aquellos que
no están acostumbrados a trabajar con padres.
*La participación de los padres no es prioritaria ni para las exigencias del cambio ni
para las demandas de las autoridades administrativas.
*Algunos profesores, simplemente, no son conscientes de las razones por la que son
esenciales los padres en su trabajo.
Para Santos Guerra (1999-2000) resulta sorprendente que, buscando familias y escuela el
mismo fin, que es la educación de los niños, exista una distancia, un recelo y un enfrentamiento tan
consistente como se observa en algunos lugares. El hecho de que los profesores mantengan el poder
de la evaluación y el poder institucional e incluso el que confiere el conocimiento especializado
genera en los padres una sensación inhibitoria que tiene como consecuencia la falta de claridad para
opinar y de valentía para denunciar y exigir. En ocasiones, los profesores no escuchan a los padres,
porque no consideran que su punto de vista sea pertinente para ellos.
Referencias Bibliográficas
*Macbeth, A. (1990). Involving parents. Effective parent-teacher relations. Oxford:
Heinemann Educational.
*Pulpillo, A. (1982). La participación de los padres en la escuela. Madrid: Escuela
Española.
*San Fabián, J. (1994). La participación. Cuadernos de Pedagogía, nº 222,
febrero.
*Santos Guerra, M. (1999-2000). La participación es un árbol. Padres y madres, desde
la ciudadanía, hacen la escuela. Rev. Kikiriki, nº 55-56, diciembre-abril.